Cuando uno se mueve en el escenario de lo menos malo, es posible que ninguna decisión sea la correcta. Es cuando argumentos, debate, explicación, valoración de pros y contras deberían ser más importantes. Y esto con seguridad no ha sido así, reflexiones mezcladas con procesos orgánicos de autoafirmación, con apelativos a bandos y otros enredos, han generado tal ruido alrededor que a cada intento de aportar algo de cordura ha seguido una retahila de descalificaciones perjuiciosas. Nada de lo acontecido ha sido satisfactorio.
Y ahora, tras regalarle a Rajoy un año de Gobierno en funciones con una mayoría absoluta simulada que ya no tenía, ha finalizado el bloqueo y arrancado la legislatura, ya no caben más excusas. Es el momento en el que hemos de demostrar el valor de las instituciones democráticas, de ser capaces de constuir una oposición realmente útil y determinante, desde y con la izquierda, sumando las mayorías necesarias, poniendo a prueba la alternativa real.
No estoy pidiendo titulares, ni pulsos para ver quién es el más listo ni más guapo. Viví en primera persona la amargura de la décima legislatura, esa que mayor retroceso ha supuesto en el reconocimiento de derechos civiles y sociales en nuestra memoria democrática. La barrera permanente para incluir siquiera una pequeña modificación en la convalidación de reales decretos ley innecesarios. La arrogancia en el control parlamentario, el dolor en la vida de mucha gente. Pongamos en valor que nada de esto tiene que repetirse. Y por favor, que nadie simplifique tanto como para decir que eso supondrá un adelanto electoral y las condiciones serían las mismas que unas terceras elecciones.
Habrá quién se empeñe en dedicar todos sus esfuerzos en mantener la fractura y la pelea orgánica para los procesos de reconstrucción y renovación que sí o sí hemos de afrontar, supongo que es legítimo, pero del Grupo Parlamentario Socialista y del PSOE espero más, exijo más.
Comentarios