Ya hace unos días que volví a vestir gafas y reloj, y han desaparecido el bañador, las bermudas y playeras, fue rápido acostumbrarse al ritmo veraniego, pero también lo es retomar la tarea, como escribió Fray Luis de León: "decíamos ayer..."
Antes de volver a ayer y a hoy, el descanso, un necesario refresco para las ideas, ha transcurrido esta vez completo en España, entre las playas de Cádiz y la montaña del Valle del Jerte, pasando por Madrid y Cáceres.
Un desastre la pérdida de las llaves de un vehículo alquilado, un placer la lectura sobre el mar y sobre "nuestra América" como dijo José Martí, la de habla hispana, con el rumor del agua de fondo. Fue una pena que las fiestas patronales de San Roque estuvieran deslucidas por la lluvia y el granizo, aunque es una suerte poder ver llover desde El Valle, que no es como cuando te llueve encima, es ver llover sobre los pueblos de la otra ladera y la cuenca que recorre el río Jerte, es ver llover sobre un paisaje que cada estación cambia de color, no es corriente poder observar granizar sobre el verde de los cerezos con puntos rojos aún de cerezas, aunque la tradicional conversación sobre la climatología durante las fiestas cambia, y le sustituye la pregunta de a quién le ha tocado el ramo, que este año corrió peligro, pero que los vecinos de Las Casas quisieron mantener.
Por lo demás, demasiadas pérdidas y recuerdos a personas que deberían seguir estando aquí.
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